Vocaciones Específicas

Muchas veces creemos que cuando hablamos de vocación solo nos referimos a aquellos que han optado por ser sacerdotes o religiosos, esta es la idea antigua y reducida del término; sin embargo, ya de un tiempo para acá, el término vocación es referido a todas las formas de vida en las que los hombres y las mujeres podemos desarrollarnos y servir a los demás. De este modo podemos afirmar que, “todos tenemos vocación” y es tarea personal el descubrirla, acogerla y realizarla. De esta manera la fidelidad a tu opción de vida tendrá mucho que ver con el estar en el camino que Dios te propone y que cada uno de nosotros hemos abrazado.

Sea cual sea tu decisión, tu opción de vida, todas las vocaciones responden a un solo camino: “El seguimiento de Cristo”.

Todos hemos sido llamados por Dios de un modo concreto para vivirlo y dar fruto, dar testimonio de nuestra fe, siempre con alegría del corazón. La vocación es un misterio que los hombres debemos de acoger y vivir en lo más íntimo de nuestro ser, implica libertad y jamás podremos comprenderla del todo, siempre será eso, un misterio. Experimentar la propia vocación y descubrirla es cosa del Espíritu Santo, que al mismo tiempo que nos hace ver nuestra fragilidad humana, a la vez, enciende en cada uno el ardor del corazón por servir al otro.

Existen en la Iglesia tres maneras concretas de hacer este seguimiento de Cristo, ninguna mejor que la otra, todas de igual dignidad y todas llevan a Dios, veámosla:

Un laico es aquel fiel cristiano que sigue el camino de Jesucristo a través de los sacramentos de la iniciación para robustecer su fe. La misión del laico se nos presenta con mayor claridad en los documentos de la Iglesia a partir del Vaticano II. Un texto calve es LG 31:

“El carácter secular es propio de los laicos…a ellos pertenece por propia vocación buscar el Reino de Dios tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales”.

Ellos han optado por seguir a Cristo desde las condiciones y compromisos ordinarios de la vida familiar, profesional y social, ejerciendo su apostolado en medio del mundo como testimonio de ser fermento, como la levadura en la masa. La vocación laical admite caminos muy concretos como estados de vida, sea en la soltería o en el matrimonio eclesiástico.

Por vida religiosa se entiende el estilo de vida que llevan las personas que viven los consejos evangélicos de POBREZA, CASTIDAD Y OBEDIENCIA, a semejanza de Cristo y que los toman como forma de vida los que se sienten llamados a seguirlo con Radicalidad Evangélica.

  • Por lo que toca a la pobreza, el buen religioso no posee nada suyo. Vive desprendido de las riquezas sin afanarse por acumular bienes, con el fin de que su único tesoro sea Cristo.
  • En cuanto a la Castidad, el religioso vive dedicado completamente al servicio de Dios y de sus hermanos de comunidad, libre de mujer, de familia y de hijos, tiene un amor grande y sincero para el prójimo. La única preocupación del religioso ha de ser la de agradar a Dios con la oración y el perfeccionamiento de las virtudes, en nuestro caso, al estilo como lo hizo nuestro Padre San Francisco.
  • Respecto a la obediencia, el religioso entrega con fe y libertad, su voluntad en manos de Dios, que se concretiza en manos de su superior inmediato, para ver en él la voluntad del Creador. Por la obediencia podemos ser removidos a cualquier lugar, según las necesidades de la Iglesia.
Los presbíteros son los colaboradores del Obispo en el cuidado de las comunidades cristianas, que forman el conjunto de una Iglesia local. Tienen la encomienda de apacentar al pueblo de Dios en sus necesidades, fundamentalmente por la predicación de la Palabra, la celebración de los sacramentos y la animación de la caridad. La vida sacerdotal está marcada por una triple relación: Con el Obispo, con los demás Sacerdotes y con los Fieles Laicos.

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