“Señor, ¿Qué quieres que haga?”
Algunos hombres a lo largo de la historia en la Iglesia han tenido el privilegio de parte de Dios de escucharle de manera directa y sin intermediarios; tal es el caso de San Francisco de Asís, quien ante el Cristo de San Damián le descubrió las tinieblas de su corazón, fortaleciendo su fe e impulsándole para que reconstruyera su Iglesia, que amenazaba ruina.
La Iglesia de la época Medieval estaba estructurada jerárquicamente y en buena medida, controlada por los bandos de poder que dirigían los nobles. Tal era su influencia dentro de la sociedad que intervenían también al interno de la Iglesia, lo cual hacía que obtuvieran cargos eclesiásticos personas que no les interesaba el servicio a los demás sino el poder que podían ejercer ante ellos; esto generaba como consecuencia grandes problemas para que la Iglesia pudiera cumplir con su misión.
La Iglesia de la época Medieval estaba estructurada jerárquicamente y en buena medida, controlada por los bandos de poder que dirigían los nobles. Tal era su influencia dentro de la sociedad que intervenían también al interno de la Iglesia, lo cual hacía que obtuvieran cargos eclesiásticos personas que no les interesaba el servicio a los demás sino el poder que podían ejercer ante ellos; esto generaba como consecuencia grandes problemas para que la Iglesia pudiera cumplir con su misión.
Este es el marco histórico en el que el joven Francisco descubrió su vocación. Un tiempo difícil y lleno de estructuras que de muchas maneras opacaban el espíritu del Evangelio. Pero Dios siempre pendiente de sus hijos y de su Iglesia, suscita en el corazón de un joven un deseo más allá de sus propios límites, misión que alcanzará y que irá descubriendo a lo largo del tiempo. Francisco, un simple mortal, un simple joven, llamado por Dios para una reestructuración de la Iglesia; ¡vaya encargo de parte de Dios! Acaso el preguntar a Dios “¿Señor, «¿qué quieres que haga por ti?» nos traerá como respuesta un gran encargo? Seguramente que sí, nuestro proyecto personal se queda muy corto a comparación de lo que Dios espera de nosotros.
Pero que bueno sería si fuera así de fácil el descubrir lo que Dios quiere de mí; lo más probable es que el Señor no nos lo diga de viva voz, como a San Francisco, ni siquiera a través de un mensaje o un sueño; sin embargo, Dios si te ha elegido, Él verá la manera de mostrarte lo que quiere de ti; sin usar palabras, tendrás que estar muy atento, abrir bien los ojos y los sentidos del corazón para poder escucharle. Tal vez, ese entusiasmo que te ha nacido por hacer algunas cosas por Cristo, por su Iglesia, por los hombres es ya una posible respuesta a tu pregunta inicial. ¡Pon atención!… pues Dios pondrá frente a tus ojos diferentes situaciones que aparezcan como oportunidades especiales para “hacer el bien”, no las desaproveches.